miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los templos de Angkor. 7ª parte. El Templo de Mebon Oriental.

Entrada al templo de Meabon Oriental.
Gracias al ratito que necesitamos para trasladarnos del Bantey Srei al siguiente punto a visitar, pudimos recuperarnos algo del calor, a bordo de nuestro Tuk Tuk.



El movimiento del motocarro, hacia que la brisa nos refrescase y pudiésemos dejar de sudar, por lo menos en esos ratitos.


Además, cuando nos movíamos de templo en templo en nuestro curioso método de transporte, las imágenes cotidianas de la vida diaria de las personas que allí moran, se nos sucedían delante de nuestros ojos de tal modo, que parecía que estuviésemos dentro de un documental.


Estas allí, pero una barrera que te hace prácticamente invisible para sus ojos, te separa de ellos.


A esa hora, los niños salían de los numerosos colegios que hay repartidos por toda esa zona, y formaban las ya familiares procesiones de bicicletas a lo largo de la estrecha carretera, salpicada de cuando en cuando por algún Tuk Tuk de turistas y por algún animal de granja, de los que andan sueltos por ahí, y que provocan algún susto a los conductores.

La siguiente parada que decidió hacer Sam Om, fue en un templo que habíamos pasado de largo en la mañana de camino a Banteay Srei, el templo de Mebon Oriental.

De este templo, recordamos una anécdota en especial.















No había nadie cuando subimos las empinadas escaleras del templo, y mientras llegábamos hasta las torres, nos dedicamos a fotografiar los elefantes tallados en piedra, muy bien conservados, que hay en las esquinas de las plataformas y a hacer bastante el bobo.



Nos pusimos a filmar un vídeo para el blog, y soltamos la cámara de fotos en el suelo, en la base de una de las torres, olvidándola allí.

El calor hizo mella nuevamente en nosotros y buscamos refugio en el torreón más alto, donde aparecieron unas niñitas camboyanas con intención de vendernos cositas.

Después de bromear un ratito con ellas, se marcharon al ver que no les comprábamos nada, pero no se fueron muy lejos.


Cuando nos percatamos de que nos faltaba la cámara (y lo que más nos dolía, que habíamos perdido todas las fotografías del viaje hasta ahora), salimos como locos a buscarla por todo el templo, hasta que nos dimos cuenta, de que las niñas, estaban haciéndonos tímidas señales, para que nos diéramos cuenta de donde estaba la cámara. Justo en el mismo sitio y en la misma posición donde la habíamos dejado olvidada la encontramos.

Si hubieran querido, se la podían haber llevado sin que nos hubiésemos enterado, pero la honradez de estas niñas tan pobres, es una virtud más que admirar.


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